lunes, 15 de diciembre de 2014

A Maria

Mis desazones de niña me impidieron verte
Mis preocupaciones de adulta me alejaron cada vez más de ti.

…Pero hubo una noche de dolor en la que sentí en mi corazón como tus brazos me esperaban.
Tus ojos me buscaban para consolar mi ser.


Ahora sé que eres mi madre del cielo…
La que espera con paciencia,
La que ama sin reserva,
La que perdona de verdad.


Y ahora… consiente de tu presencia y de tu actuar en mi vida
no sé como hablarte,
como quererte,
como acercarme…


Eres la reina de todos los Santos,
la madre del Salvador.

Y aun así… y a pesar de mi pequeñez me miras con compasión.

Solo puedo confiar en que una oración sincera, venida de mi interior,
será como una pequeña rosa que agradece tu amor.


Que Dios te bendiga eternamente, tesoro celestial.
Con confianza te pido que nada en esta vida me aleje de tu amparo y abrazo maternal.

No hay comentarios.: